Hoy despedimos con tristeza a Rafael Serrano. Sintetizar algunas ideas acerca de Rafael es bastante difícil, es despedir a un maestro, a un formador y a un amigo.

Me tocó transitar mi carrera universitaria durante los oscuros años de la dictadura, pero tuve la suerte de conocer y estar cerca de Rafael que me brindó con gran generosidad como a muchos, la posibilidad de compartir experiencias de permanente aprendizaje tanto en la facultad como en su estudio. Aprender, colaborar, convivir en el mundo de la arquitectura a su lado, significó crecer a través de su pensamiento crítico, como así también su sensibilidad social y estética.

Se me hace necesario recordar algunos rasgos que impregnaban su personalidad. Si algo lo caracterizaba, era su modo comunicarse. Su experiencia europea lo marcó sensiblemente, sus mensajes, para algunos incomprensibles, para otros simpáticos siempre resultaban enriquecedores, sobre todo desde su lugar de amable conversador. Su lenguaje un tanto elíptico, siempre requirió un ejercicio intelectual para su total comprensión, que dejaba afuera obviedades y exigía una cuota de ineludible imaginación. Su lenguaje en definitiva era un modo de acercarse o distanciarse, que sin dudas despertaba polémica.

Algunos años atrás, escribí una breve semblanza en torno al gallego que se iniciaba con una frase que decía algo así: “… si cuando proyectas no razonas, no proyectas…”; sigo pensando que bien puede ser un pensamiento que lo puede identificar muy bien. Merece señalarse algunas constantes de sulenguaje arquitectónico que lo revelaba como un auténtico arquitecto de oficio comprometido con su época.  La consideración del contexto como variable inevitable, su compromiso en el uso de los espacios de transición como elementos sustantivos en la construcción de identidad era traducida en interminables planos de cortes de detalles en búsqueda de la escala humana. Una estricta funcionalidad que se revelaba a través de una rigurosa resolución de la planta. Lo morfológico cargado de poética impregnado de la herencia racionalista, lo llevaba a una lógica constructiva y uso honesto de materiales trascendiendo modas y estilos. Sus permanentes referentes, que estaban presentes en sus charlas y en sus críticas tales como Corbu, Mies, Khan, Herzberger, Candilis, Salmona, Lassaleta y Abregú, habitualmente estaban habitualmente asociados a un comentario de arte, literatura o cine, trascendiendo el mundo de la arquitectura.   Pero siempre tratando de desentrañar   los conceptos y esencias, dejando de lado lo superficial, dejando lo aparente de lado, tan común en estos tiempos.

Uno de sus costados más trascendentes fue su permanente actitud docente, aun con sus clientes, que por cierto no desplegó solo en la facultad, sino en también la vieja Sociedad de Arquitectos y en su cálido estudio de la calle Entre Ríos, en un ambiente pleno de camaradería y entusiasmo.  Muchos recordamos las patriadas en hacer concursos e innumerables trabajos a riesgo. Sin duda se constituyó en un personaje polémico y entrañablemente querible que dejó una marca fuerte entre quienes lo conocimos. 

F. L. Wright señalaba: “nadie puede ser mejor arquitecto de lo que es como persona”, afirmación   que no siempre podemos verificar. Despedimos hoy a Rafael, a quien recordaremos como un ser humano excepcional, sobre todo buena persona, ético y aún mejor arquitecto.

Clercy Ben Altabef
San Miguel de Tucumán, 29 de marzo 2019